El cuerpo humano actúa como una caja de resonancia para la energía que fluye a su alrededor, reflejando y respondiendo a las vibraciones del entorno. Las células humanas tienen frecuencias naturales de resonancia, es decir, oscilan de manera armónica bajo condiciones óptimas. Sin embargo, cuando enfrentamos experiencias emocionales que no logramos procesar adecuadamente, esa energía emocional negativa puede quedar acumulada en nuestro sistema, afectando nuestro equilibrio físico y emocional.
La Dra. Candace Pert, en su libro Molecules of emotion, explica con claridad el componente bioquímico en nuestras emociones.
Armonizar este campo puede ser vital en nuestro entorno:
La vibración de nuestras emociones actúa como una frecuencia que emitimos constantemente, afectando a quienes nos rodean y siendo, a su vez, influenciados por las vibraciones de otros. Según la ley de resonancia, nuestras energías se sincronizan con aquellas que están en sintonía, creando una especie de "eco emocional". Así, emociones elevadas como la gratitud, el amor o la alegría pueden inspirar y elevar el ánimo de quienes nos rodean, mientras que emociones como el miedo o la ira pueden generar tensión o incomodidad en el entorno. Reconocer este intercambio nos invita a ser más conscientes de nuestro estado interno y del impacto que tenemos en los demás, fomentando una conexión más armoniosa y auténtica.